La respuesta es no. Está pregunta es sencilla de responder. Sabemos que España es un país que pertenece a la Unión Europea desde 1986, sabemos que desde entonces España se ha beneficiado enormemente de los fondos europeos, especialmente aquellos dedicados a la agricultura y al desarrollo regional. Pero, ¿acaso conocemos de dónde provienen estos fondos? ¿quién decide su concesión? ¿cuáles son los criterios para que un país reciba más que otro? ¿qué aportamos a cambio?...
Estas y otras cuestiones se nos escapan de las manos y cómo hemos sabido recientemente gracias al último Eurobarómetro, nos empiezan a dejar de importar puesto que el euroescepticismo crece entre los españoles. Para poder contestar a estas y a otras preguntas es necesario saber un poco más del funcionamiento de las instituciones europeas.
Por un lado, tenemos la Comisión Europea, que preside en este momento y hasta el próximo 2009, el portugués José Manuel Barroso. Hay tantos comisarios como países por lo tanto, 27, y cada uno tiene asignada una función: medioambiente, justicia, multilingüísmo, etc. En general, la Comisión tiene el derecho de iniciativa, es decir, propone nuevas leyes que luego serán o no aprobadas por el Consejo y el Parlamento europeo. Además, vela por el cumplimiento del Derecho Comunitario y el respeto a los tratados europeos. Por último y muy importante, es independiente de los Gobiernos nacionales, por lo tanto es una institución ‘supranacional’. Si esto no ocurriera, cada país miembro, que en general solo mira por su interés, querría dirigir Europa para cumplir sus propias pretensiones.
El Parlamento Europeo también es una institución ‘supranacional’ pero en su caso, con poder de decisión. Funciona al uso de un parlamento nacional, con sus diputados que votan las leyes pero no tiene en todos los casos el mismo poder puesto que su decisión puede o no ser determinante para que una normativa se aplique. Todo depende de si ‘co-decide’ con el Consejo de la Unión Europea. Por ejemplo, para aprobar el presupuesto de la Unión se necesita la conformidad tanto del Parlamento como del Consejo. El Parlamento está dirigido actualmente por el presidente del Partido Popular Europeo (PPE), Hans-Gert Pöttering.
Nos queda el Consejo de la Unión. No es una institución ‘supranacional’ y esto supone que cada estado miembro ‘barre para casa’ en lugar de mirar por el interés común. Adopta las leyes y es la máxima autoridad de la UE en Política Exterior y de Seguridad Común. Para que funcione lo más democráticamente posible, en el Consejo hay un sistema de votos que depende de la población de los países. Un ejemplo, Alemania es el país más poblado de Europa, con más de 80 millones de habitantes pero tiene tantos votos como Francia, para no desequilibrar la balanza y que además, países tan pequeños como Luxemburgo, puedan tomar decisiones.
Por supuesto, hay más instituciones como son el Tribunal de Justicia, el Tribunal de Cuentas, el Comité Económico y Social Europeo, el Comité de las Regiones, el Banco Central Europeo y el Banco Europeo de Inversiones. Pero las tres primeras son las que tienen que ver con las normativas europeas. Intentando hacer un breve resumen, demasiado breve porque del laberinto europeo no es fácil salir victorioso, creo firmemente que nos falta cultura europea. ¿Por qué en los colegios e institutos no hay una materia específica sobre el tema? Puede que esto no fuera la panacea para aumentar nuestros conocimientos pero ayudaría a no temer al ‘gigante europeo’ y a aprovechar mejor sus recursos. Quién sabe, a lo mejor con ello Barroso no se tendría que preguntar a estas alturas cómo acercar Europa a los ciudadanos. ¿Alguien tiene otras propuestas?
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